viernes, 2 de septiembre de 2011

Día 25: uno para aprender a perder

Carpe diem, de Saul Bellow
Creo que las lecciones más difíciles, pero también las más importantes, son aquellas que nos enseñan a perder, que nos recuerdan que no siempre (o casi nunca) podemos ganar. Las historias que nos dan estas lecciones son el reverso de los libros de autoayuda. Y sin embargo nos pueden ayudar: a ser menos pretenciosos, o menos orgullosos, a estar listos para encajar la derrota, a estar menos ansiosos y más tranquilos, a saber, en fin, que no somos los primeros ni seremos los últimos en perder. En esta novela corta Bellow cuenta la historia de Tommy Wilhelm, un hombre de cuarenta años que hace un duro balance de su vida y decide, como sugiere el título del libro, jugar su suerte a lo que le depare cada día; una estrategia desesperada con resultados imprevisibles. Por supuesto, como hace suponer el título de esta entrada, y como hace suponer la experiencia objetiva, Wilhelm pierde la apuesta.

9 comentarios:

  1. Estoy haciendo el reto en mi blog y en Tw!!! Un abrazo =)

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  2. El último encuentro de Sándor Márai

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  3. Lo siento, no se me ocurre ninguno. Tampoco entiendo muy bien eso de "aprender a perder" libro mediante.

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  4. Tampoco se me ocurre ninguno con esta consigna. Pero que buena elección la de "El último encuentro". Me encantó ese libro.

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  5. "El pistolero" de Stephen King. Estuve tentado a poner este libro en secciones anteriores. Por fortuna las exploré y analicé todas de antemano para darle el lugar más justo posible a cada libro que amo. Éste pude ponerlo en los que no prestaría jamás, los de viajes, el que me gustaría leer en la vejez, y el que me sorprendió por bueno. De cualquier forma, creo que al leerlo, supe verdaderamente lo que era perder, o lo que es lo mismo, lo que era no ver ganar al héroe (por lo menos en la literatura). Fue una especie de lección de vida a nivel literatura que incluso puede verse por asomo en algunos de los trabajos más grandes que he hecho desde entonces.

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  6. No se me ocurre ninguno. A perder se aprende viviendo, aunque uno nunca descubre el momento específico en que deja de ser promesa para convertirse en fracaso.

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